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Contaminación acústica, un problema de la sociedad moderna

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Contaminación acústica, vehículos

En la actualidad, debido a nuestro estilo de vida, la sociedad moderna está cada vez más expuesta a la llamada contaminación acústica. Ello se debe en parte al desarrollo de actividades industriales, además de al tráfico rodado y los medios de transporte en general, a la construcción de inmuebles e incluso a las actividades de ocio y de nuestros hábitos de vida. Todo ello tiene como consecuencia un aumento de la exposición que sufrimos al ruido, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva.

Según su definición, entendemos por ruido todo aquel sonido que resulta molesto a quien lo padece, de modo que puede llegar a ser irritante y a interferir seriamente en nuestra actividad diaria, al igual que en nuestro descanso. Normalmente, estos efectos negativos se agravan en mayor o menor medida en función de la intensidad del ruido, de las frecuencias emitidas y el tiempo de exposición.

Debido a todo ello, la contaminación acústica supone un grave problema medioambiental en el Continente Europeo, y este hecho se debe en gran medida a la falta de atención que a veces se le presta. No en vano, España es el segundo país del mundo (sólo por detrás de Japón) en lo que a niveles de contaminación acústica se refiere, de modo que el 50% de los ciudadanos españoles soporta ruidos superiores a los 65 dB.

Como no podía ser de otro modo, esta situación tiene consecuencias negativas sobre la salud, y en general sobre la calidad de vida de la población que la soporta. De esta forma, entre los principales efectos de la contaminación acústica destacan los siguientes:

– Dolor de cabeza, cansancio, aumento de la agresividad…
– Problemas de concentración y disminución del rendimiento.
– Merma en la capacidad de memoria y atención.
– Estrés, fatiga, depresión y nerviosismo.
– Gastritis y disfunción sexual.
– Contracción de los principales músculos del cuerpo, lo que puede desembocar en dolores cervicales y de espalda.
– Problemas con la comunicación.
– Depresión del sistema inmunitario.
– Pérdida auditiva, que puede llegar a ser grave a partir de los 75 dB.
– Alteraciones hormonales a partir de 60 dB, entre ellas la adrenalina y la noradrenalina.
– Disminución de la secreción gástrica, hecho que deriva en problemas digestivos.
– Aceleración del ritmo cardiaco, la tensión arterial y la respiración.
– Problemas de sueño y de descanso a partir de 45 dB de ruido.

Todos estos datos están avalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Comunidad Económica Europea (CEE), que han manifestado expresamente los efectos negativos que el ruido tiene para la salud, tanto fisiológicos como psicológicos.

Además, una exposición prolongada puede provocar problemas médicos graves, como hipertensión y enfermedades cardiacas. A niveles elevados, los ruidos que superan los 80 dB pueden acarrear conductas agresivas e incluso síntomas psiquiátricos, aunque la principal y más clara consecuencia de todo ello es la pérdida de audición.

Debido a todo lo expuesto anteriormente, queda claro que la protección frente a la contaminación acústica cada día es más importante, pues se trata de un factor que nadie debería descuidar.

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