La contaminación acústica en los comedores de los centros escolares es un problema que preocupa a las autoridades, y especialmente a los trabajadores que día a día sufren este tipo de molestia.
Según datos aportados por la Generalitat de Cataluña, se han registrado niveles que llegan a alcanzar los 90 dB en los comedores de los centros infantiles, datos similares a los que se pueden dar en la Diagonal en plena hora punta. Estos altos índices son también los que se registrarían en el interior de la cabina de un avión, ruido que si de una fábrica se tratase obligaría a todos los trabajadores a llevar puestos los pertinentes cascos para protegerse los oídos. El ruido, claramente considerado como un gran contaminante que cuenta con un alto impacto sobre la audición, la calidad de vida, y en líneas generales sobre la salud, es un problema que está sobradamente demostrado por los expertos en la materia.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el colectivo formado por los niños es uno de los más vulnerables ante los problemas causados por el ruido y sus muchos efectos nocivos.
Ello se debe a que la contaminación acústica incide directamente en el rendimiento cognitivo de los menores, así como en el lenguaje que emplean y en la importante comprensión lectora, que se encuentra en vías de desarrollo en los más pequeños. Aparte de todo esto, también puede ocasionarles un déficit de atención y en general de memoria, que puede desembocar en falta de motivación, ansiedad, e incluso puede llegar a provocarles una clara alteración de la tensión arterial.
Intensa actividad
De este modo, según los datos recopilados por la Generalitat de Cataluña, los comedores escolares son una gran fuente de contaminación acústica, pues en ellos se alcanzan los niveles más elevados de ruido que los niños pueden sufrir a lo largo de toda la jornada. Esto se debe principalmente a la alta acumulación de niños en un único y concentrado espacio, pequeños que además realizan una intensa actividad con elementos como platos, tenedores, vasos, bandejas, sillas que se arrastran, y un largo etcétera.
No obstante, frente a todos estos inconvenientes, hay ciertas medidas que se pueden tomar para tratar de mejorar el nivel de ruido que se registra en estos espacios saturados de contaminación acústica. De este modo se podrían evitar los riesgos que el citado escándalo puede suponer en la salud de los más pequeños.
En líneas generales, la formación es algo esencial, y siempre suele ser la medida más efectiva de todas. Debido a ello, desde la Generalitat se apuesta por realizar campañas de concienciación para que los niños se den cuenta y comprendan que deben hablar más bajo. Para ello se ofrece a los colegios material específico para que puedan desarrollar talleres que ayuden a combatir el exceso de ruido y la contaminación acústica, aprendiendo acciones de buenas prácticas sonoras que bajen el nivel de decibelios. Y es que la concienciación y la formación son la mejor manera de crear un ambiente en el que predomine el confort acústico, gracias a una mentalidad que sea respetuosa con el medio sonoro.